Silobolsas: la revolución del agro que obsesiona al Gobierno

Silobolsas: la revolución del agro que obsesiona al Gobierno

La NAcion – Por Fernando Bertello

Blanco de ataques de origen desconocido y objeto de críticas por supuesta especulación, esta forma de guardar granos representa la mitad de la cosecha; es un desarrollo argentino y se exporta a 50 países

 

«Haga patria: corte un silobolsa.» El año pasado, en Oliva, una ciudad ubicada a 100 kilómetros de Córdoba, esa frase pintada de rojo sobre el fondo de una pared blanca fue el preludio de una ola de ataques contra silobolsas, los enormes bolsones blancos que se pueden avistar en los campos desde cualquier ruta. Allí, casi una treintena fueron destruidos a navajazos y los granos de soja que contenían quedaron desparramados por el piso.

Oliva fue el lugar emblema de estos ataques, pero en 2014 hubo otros casos en esa misma provincia, Buenos Aires, La Pampa y Santa Fe, entre otras. Nunca aparecieron los responsables, pero a muchos productores les quedó la sospecha de que el clima belicoso del Gobierno contra quienes guardan soja en ellos podría haber influido.

Hace unas semanas, el récord de Oliva fue superado. A 245 kilómetros de Córdoba, en Leones, varios campos sumaron un total de 50 bolsones destrozados. Esta vez no hubo pintadas que anticiparan las roturas. Pero, a diferencia de otros casos que quedaron en la nada, se detuvo al supuesto agresor, un ex productor devenido en transportista y con vínculos con el kirchnerismo local.

El silobolsa se ha transformado en un símbolo. Para el Gobierno -tan necesitado de dólares- es la cara de la especulación del campo. Para los productores, un fenómeno que, ante limitantes de almacenaje, logística y comercialización, en los últimos 20 años les permitió acompañar una cosecha creciente.

Tan fuerte fue su irrupción que cambió el paisaje del campo. Ahora, además de cultivos y vacas, desde el aire o desde una ruta se divisan, inconfundibles, estos largos bolsones blancos de plástico.

De haber hablado de la soja como un «yuyo» en 2008, en plena disputa con el campo por las retenciones móviles, la misma presidenta Cristina Kirchner ahora asocia los silobolsas con la especulación.

Casualidad o no, productores que recibieron la visita de inspectores de la AFIP en su campo escucharon más de una vez una pregunta insólita: «¿Los tenés para especular?» El año pasado, ese mismo organismo comenzó a exigirles a los productores que declararan la ubicación georreferenciada de las bolsas y emitió una norma para que los fabricantes informaran a quiénes los venden.

El silobolsa no es un invento argentino, por más que la viveza criolla se lo atribuyó. El sistema de embolsado se desarrolló desde los años 70 en Estados Unidos y Europa con el fin de conservar forrajes para la alimentación animal. Lo que en la Argentina sí se hizo fue una adaptación del sistema, con una interacción público-privada mediante.

Para cubrir el bache de la insuficiente capacidad de almacenaje mientras crecía la cosecha, el silobolsa se empezó a usar, previa modificación de la máquina de embolsar, para guardar el grano recién cosechado.

Ante una capacidad del país para almacenar de manera estática sólo entre 65 y 70 millones de toneladas, el silobolsa permitió que la producción, de 50 millones de toneladas en 1996/1997, se expandiera a más de 100 millones.

El salto fue impresionante. En la campaña agrícola 1998/1999 se almacenaron en silobolsas dos millones de toneladas de granos. En la de 2013/2014, 41 millones de toneladas. El año pasado se guardó allí el 40% de la producción (el resto fue a los tradicionales silos de chapa o cemento, o se envió a los puertos). Aunque no está concluida la campaña 2014/2015, hay estimaciones de que este año podrían superarse los 50 millones de toneladas.

En 2014, la Argentina fue el país donde se vendieron más bolsas para guardar granos secos, con 230.000 unidades. Le siguieron Estados Unidos, con 90.000, y Brasil, con 50.000, entre otros países. Este año se estima que se comercializarán en la Argentina más de 300.000 bolsas.

Atributos

El silobolsa no es otra cosa que un sistema hermético que impide la normal circulación de gases entre el interior y el exterior del almacenamiento, y genera una composición de gases diferente a la composición atmosférica para favorecer la conservación del grano.

«La bolsa plástica es un envase constituido por una mezcla de polietileno lineal de baja densidad [LLDPE] y polietileno de baja densidad [LDPE]», explicó Diego Mauricio Santa Juliana, técnico del Grupo Poscosecha del INTA Manfredi. El primer elemento ayuda a la resistencia de la bolsa que tiene que almacenar granos. El segundo contribuye a su estabilidad. Su capa exterior, blanca, tiene filtros de UV para reflejar los rayos solares. En el interior hay una capa negra que sirve para evitar la entrada de luz, lo cual condiciona el desarrollo de agentes patógenos en el silo.

El espesor promedio de una bolsa es de 235 micrones. Las hay de diferentes diámetros (pies) y largo, pero la más común es de 9 pies por 60 metros de largo. Cada una de esas bolsas puede guardar 200 toneladas de trigo, maíz o soja, y 120 toneladas de girasol.

«Es un almacenamiento transitorio, ya que puede resguardar los granos, como máximo, por dos años. Su principal ventaja es la hermeticidad, que permite la automodificación de la atmósfera interior con el fin de restringir la disponibilidad de O2 [oxígeno] e incrementar la concentración de CO2 [dióxido de carbono] del aire, disminuyendo así los procesos de respiración de los hongos e insectos», detalló Santa Juliana.

Para el productor, la bolsa plástica vino para mejorar su logística, los tiempos de comercialización (aguardar precios más atractivos y no tener que vender cuando bajan, en plena cosecha) y poder segregar la producción por calidad.

«Solucionó el déficit de almacenamiento de los años 90, mejoró la gestión de la empresa agropecuaria, disminuyó drásticamente los cuellos de botella de la comercialización, redujo costos en un 25% y transformó al productor en un nuevo driver de comercialización», sintetizó Guillermo Álvarez Reyna, experto de la firma Martínez y Staneck, pionera en la fabricación de las embolsadoras, las máquinas para el proceso de almacenaje. «Con esta tecnología hay más posibilidad de hacer negocios», añadió Alberto Mendiondo, responsable de comercio exterior de Ipesa, fabricante de silobolsas.

Una interacción del sector privado y público, este último a través del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), impulsó investigaciones y ensayos que fueron afinando la tecnología. Según un estudio del Instituto de Economía del INTA, desde su incorporación, hace 20 años, el silobolsa generó más de 10.000 millones de dólares, considerando, entre otros factores, el ahorro en instalaciones fijas más caras, costos de transporte y comercialización, y los ingresos del negocio agrícola.

El desarrollo

La explosión del sistema llevó a una profusa proliferación de fabricantes de bolsas. Hay seis productoras de silobolsa para un negocio de más de US$ 100 millones: son Ipesa, Plastar, Thyssen Plastic Solutions, Graner, Agrinplex y la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA). Ipesa lidera el mercado con un 70% de las ventas. Además, en 2014 fue líder en Brasil con un porcentaje similar de ventas. En ese país se almacenan con este sistema unos 10 millones de toneladas de granos, el 8% de la cosecha.

También hubo un despegue de fabricantes de embolsadoras y extractoras del grano almacenado. Hay más de una docena de firmas en este rubro y todas son pymes enclavadas en pueblos de la pampa húmeda.

Las máquinas son muy eficientes, con capacidad para embolsar más de 210 toneladas por hora. Trabajan con un tractor que las acciona y un sistema de sinfines que traslada el grano, descargado de una tolva, al interior de la bolsa. Por su peso, el grano estira la bolsa.

La firma Martínez y Staneck evolucionó incluso con una máquina de «energía cero», sin el accionamiento de un tractor ni sinfín, donde el grano se desplaza a la bolsa por gravedad.

En tanto, las extractoras, que reemplazaron a los chimangos que se usaban para sacar el grano, pueden extraer 180 toneladas por hora.

La tecnología que aquí se perfeccionó para suplir la insuficiente capacidad de almacenaje salió al mundo. Se exporta a 50 países y deja ingresos por US$ 50 millones.

«Las perspectivas de crecimiento de nuestra tecnología de silobolsas son muy buenas a nivel internacional, ya que hay muchos países que tienen grandes volúmenes de producción y poco desarrollo de infraestructura de poscosecha», precisó Ricardo Bartosik, referente del INTA Balcarce en la materia.

Los cuestionamientos del Gobierno a quienes guardan soja con este sistema provocaron alarma entre los productores que sufrieron ataques en su campo. En octubre del año pasado, a Luis Dillon le rompieron tres bolsas plásticas cerca de Idiazábal, en el sur de Córdoba. «Cualquier cuestionamiento a la propiedad privada y a la libertad me parece fuera de lugar y si proviene de un gobierno es preocupante», afirmó.

Este productor usa el silobolsa para optimizar el negocio de su empresa. «La principal causa de adopción, en mi caso, fue la posibilidad de diferir las ventas conservando la propiedad de los granos», dijo. «También lo hicimos por un tema de logística, ya que permite no parar la cosecha frente a la falta de camiones y porque juega un rol fundamental en caso de falta de caminos, por ejemplo, por causa de una inundación», agregó.

Algunos buscan hacer docencia ante los dirigentes políticos para que entiendan cómo funcionan los silobolsas. En la última edición de Expoagro, en el vip de la muestra, Jorge Scoppa, productor de la zona de Rafaela y contratista de recolección de cosecha, se animó a sacar el tema del silobolsa cuando Julio Cobos y otros dirigentes se pusieron a hablar sobre la infraestructura para el sector. Scoppa, un usuario de este sistema, les dijo: «Si la Argentina no tuviera hoy silobolsas no podría levantar la cosecha en tiempo y forma porque el volumen es mucho mayor y por el clima: cuando hay inundaciones no se puede entrar con el camión».

En la última década, las cosechadoras crecieron en capacidad de trilla. Una máquina moderna puede llenar entre 8 y 10 camiones con soja por día y 20 camiones de maíz. Si un productor grande tiene tres cosechadoras trabajando, necesita 60 camiones diarios para sacar la producción. Es algo complicado que se puede resolver con el uso del silobolsa.

«El productor no dispone de capacidad económica para armar silos fijos, que quedan para siempre en cada campo. Un silobolsa, que es descartable, le cuesta 6000 pesos y almacena 200 toneladas. Si quisiera poner una instalación fija para eso necesitaría 150.000 pesos», evaluó Scoppa.