Bajo el diferencial del precio FOB y precio FAS teorico del trigo argentino
BCR – Emilce Terre
De un año a esta parte, el valor FOB del trigo cayó casi 15 dólares la tonelada mientras que el FAS subió 30, recortando la brecha de fobbing en un 80% al mismo tiempo que, eliminación de retenciones y cuotificación de los despachos al exterior mediante ROEs mediante, el productor vio mejorar su participación en la renta agrícola. |
Pese a la caída de casi US$ 15/t del precio FOB por trigo argentino en el último año, el gap entre éste y el precio FAS interno que se negocia en MATba, que llamaremos brecha de fobbing1, cayó un 80% durante este período y pasó de US$ 61,5/t a inicios de enero del 2016 US$ 12/t en esta última semana.
Comenzando por algunas definiciones, por valor FOB (free on board) nos referimos al precio del grano puesto ya sobre el buque que lo llevará a su destino final, aunque amarrado aún al puerto de origen de la mercadería. Éste es, por tanto, el “precio de exportación” o “precio en el mercado externo”. El valor FAS (free alongside ship), por su parte, refiere al precio del grano puesto en la planta del comprador (antes de ser cargado en el buque), y que se conoce como “precio doméstico” o “valor interno” del producto. Los precios que se negocian en el Mercado Físico de Rosario, en ROFEX, en MATba, o incluso en el Mercado de Chicago son precios FAS (aunque el último, por supuesto, refiere al precio doméstico de Estados Unidos).
Una empresa exportadora basa su negocio en comprar grano en condición FAS y venderlo en condición FOB, y la diferencia entre ambos conceptos se conoce como “costo de fobbing” o costo de exportación. Entre los principales componentes del costo de fobbing, además, encontramos por un lado los gastos en puerto (incluyendo los pagos en concepto de elevación, almacenaje, inspecciones de SENASA, independence surveyor, despachante de aduana, la comisión al corredor FOB si corresponde y el estibaje o crane tax), y por otro, los gastos comerciales (análisis y sus bonificaciones o descuentos por calidad, impuesto de sellos y a las transferencias bancarias, registro en Bolsa, comisión del corredor FAS si corresponde, y suma prefinanciación a las exportaciones y financiación por IVA).
La caída en la brecha de fobbing a medida que caía el precio FOB se debió, por definición, a un aumento del valor FAS. Esta mejora del precio interno se debió a la confluencia de una serie de factores, entre los que se destacaron la fortaleza de nuestras exportaciones de trigo, la eliminación del sistema de cuotificación de despachos a través de los ROEs y la supresión de los derechos de exportación para el cereal dispuestas por la actual administración nacional; y que redundaron finalmente en una mayor participación del productor en los resultados económicos por la comercialización del trigo.
La decisión del gobierno anterior de profundizar la diferencia entre el FOB y el FAS se dispuso bajo el lema de “cuidar la mesa de los argentinos” y se entiende bajo la lógica que los productos que se obtienen a partir de su molienda forman parte de la dieta básica del consumidor local, por lo que cualquier modificación abrupta de su valor tiene un alto impacto en el gasto de los hogares en general, y en el de los hogares más empobrecidos en particular, dado el alto porcentaje de ingresos que destina a alimentos.
En el gráfico a continuación puede observarse la evolución del precio FOB, del precio FAS, y de la brecha de fobbing resultante desde el 2002 a la actualidad. Puede observarse que en estos últimos meses, el diferencial se ha alineado a los niveles que mantuvo históricamente hasta el año 2006 cuando el despegue de los precios internacionales y un vasto conjunto de medidas que giraron en torno a las limitaciones a la cantidad de trigo exportada lo llevaron a picos de US$ 213/t en el 2008 y valles de US$ (-222)/t en el año 2013. En este sentido, la imposición de retenciones o derechos de exportación no ha tenido un impacto tan fuerte en las variables analizadas como sí lo tuvieron las barreras no arancelarias impuestas a los despachos internacionales del cereal.
Para comenzar a desandar la batería de medidas que buscaron frenar las exportaciones de trigo a partir del año 2006, el segundo gráfico muestra en una línea de tiempo los sucesivos cierres y apertura de las declaraciones juradas de venta al exterior o DJVE que se impusieron hasta mediados del 2008.
En mayo del 2008, frente a la dramática suba del precio internacional del trigo, comienzan a tener lugar sendas modificaciones al sistema de cuotificación de despachos externos de cereal. En primera instancia se toma la decisión de sujetar la posibilidad de registrar DJVE exclusivamente cuando el Stock Físico de Existencia de Granos (o tonelaje neto de existencias de producto) superase el Encaje Productivo Exportador (exigencia mínima de grano que debe quedar a disposición del consumo doméstico), a través de lo que comenzó a llamarse ROE verde. Con el tiempo, el sistema se fue modificando y se comunicaba oportunamente la apertura de cupos de exportación limitados, que según el caso otorgaban mayor o menor margen de actuación a los jugadores del mercado, aunque siempre manteniendo el objetivo de asegurar la provisión de trigo al mercado interno desvinculando su valor doméstico de la evolución del precio internacional. La siguiente imagen resume en una línea de tiempo los sucesivos cupos de exportación que se han ido abriendo para las distintas campañas trigueras entre el año 2008 y el 2015, cuando en las vísperas de año nuevo todo el mecanismo de ROE Verde fue dado de baja.
Si volvemos a mirar el primero de los gráficos bajo la luz de la información detallada hasta aquí, puede verse que hasta el 2012 inclusive el objetivo de desvincular los precios domésticos del trigo de su valor internacional consiguió cierto “éxito”: mientras el precio FOB en esos cuatro años y medio aumentó un 3%, el valor FAS cayó en la misma proporción. Si lo comparamos con los respectivos picos del período bajo análisis, el precio FOB cerró el 2012 a US$ 360/t, cuando el valor más alto al que llegó a cotizar fue US$ 365/t, cuando el valor FAS terminó ese año a US$ 221/t, 29 dólares abajo del pico alcanzado entre julio 2008 y diciembre 2012.
Sin embargo, no se observó la misma efectividad en el impacto en “la mesa de los argentinos”. Como ejemplo, cuando a mediados del 2008 el precio del pan rondaba los $ 5/kilo, para fines del 2012 este valor alcanzaba aproximadamente los $ 15/kilo; es decir, había aumentado un 200%.
Para peor, en el año 2013 los efectos de la desvinculación entre precios internos y precios externos dan un giro de 180° y el trigo pasó a ser más caro en Argentina, tradicional productor del grano, que en el mercado internacional. El punto de inflexión fue el 30 de agosto de 2013, cuando siendo el valor FOB de US$ 284/t el precio interno del trigo alcanzó los US$ 451/t, dando lugar a una brecha de fobbing negativa de US$ 167/t. En esa campaña, a un fuerte ajuste en el área sembrada con el cereal que con 3,1 millones de hectáreas resultó la menor superficie en más de un siglo, se le sumaron acuciantes problemas de calidad que dejó una importante porción del grano en condiciones no aptas uso molinero.
Si bien para el año 2014 la relación de precio interno y externo ya volvió a la “normalidad” en el sentido de quedar el primero por debajo del segundo, la brecha de fobbing se estabilizó a altos niveles, en términos de su comparación histórica. Entre entonces y fines del 2015 el promedio de este gap fue de US$ 95/t, cuando entre entonces y la fecha actual promedió los US$ 30,4/t, casi una tercera parte.
Así las cosas, si bien el objetivo último de paliar el efecto de la suba extraordinaria de los commodities agrícolas en el mundo sobre los hogares más vulnerables es, a todas luces, loable; los mecanismos puestos a disposición no parecieran haber sido eficaces en alcanzar este objetivo. De hecho, este punto fue analizado en profundidad en un paper de la Naciones Unidas “Impacto sobre el bienestar de las restricciones de exportación de trigo en Argentina: Análisis no paramétrico en hogares urbanos” de Paula Andrea Calvo, donde concluye que las restricciones cuantitativas mencionadas han tenido un nimio impacto sobre los consumidores.
Sucede también que al eliminar la demanda proveniente del sector exportador, la sobreoferta artificial de trigo terminó por trasladarse “aguas arribas” hacia el productor, que recibía un menor ingreso por su cosecha. Éste acabó por recortar primero la inversión y luego la misma producción, tal como hemos mostrado ut supra. Según las estimaciones preliminares, los resultados globales para el productor de trigo resultarán positivos por primera vez en al menos cinco años.
Si bien la realidad actual dista de ser ideal, frente a deudas históricas como el déficit de infraestructura que de soporte a una comercialización creciente de granos (la cual, además, se realza en campañas como la actual donde las lluvias vuelven intransitables los caminos del interior del país), la falta de líneas de financiamiento formal para el agro, la ausencia de incentivos que promuevan las mejoras genéticas de semillas, un dólar atrasado, la aún alta presión fiscal sobre quienes producen, entre otros, algunas de las principales trabas que encontraba el productor a la hora de colocar el grano en el mercado han mermado, y con ello el aumento de área sembrada y la recuperación de la inversión tranqueras adentro fue inmediata.
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