Cosecharás tu siembra: el derrumbe de los cuatro fantásticos
LA Nacion – Por Paula Urien
Plantar soja, trigo, maíz o girasol ya no es rentable; se complican las exportaciones y el ingreso de dólares
Casi como en la Edad de Piedra. La Argentina, un país de avanzada en materia de tecnología agropecuaria, está en un proceso de siembra «de mínima». Mientras que el cultivo se siembra, durante este Gobierno, la cosecha será durante el próximo, de ahí que los productores esperen definiciones de los candidatos. De esa decisión dependerá una parte muy importante de la recaudación de 2016.
«Se reducen los costos como si se estuviera en una economía de guerra», dice Mariano Tomatis, socio a cargo de Agribusiness de PwC. Los datos de la Bolsa de Cereales indican que la siembra de trigo bajará este año con respecto a 2013 de 4400 millones de hectáreas a 3700; el maíz, con 3400 millones de hectáreas sembradas en 2014 sufrirá una reducción del 15% en 2015 y la soja, que llegó a las 20 millones de hectáreas, «probablemente, también se reduzca», dice el presidente del Grupo Los Grobo, Gustavo Grobocopatel. El girasol, por su parte, ya viene en baja desde hace años, con un 20% menos que el promedio de la última década.
Como consecuencia de la menor producción, la Argentina se perderá 2000 millones de dólares en concepto de recaudación por derechos de exportación, según cálculos de Confederaciones Rurales Argentinas.
Una encuesta de CREA da como resultado que para el 88% de la muestra, la situación económica del país es peor que hace un año, y sólo 27% espera que mejore el que viene. Este año, entonces, no sembrar se convirtió en una opción. «Se espera una pérdida económica de casi un tercio de la recaudación en derechos de exportación de granos, que fue de 8500 millones de dólares en 2014», dice Juan Cruz Rey Kelly, economista de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).
«En términos generales, la situación hoy de estos cuatro cultivos es de inviabilidad económica por la convergencia de altos costos, altos impuestos, la baja de precios internacionales y dificultades en la exportación», agrega el empresario Gustavo Grobocopatel.
Hasta ahora solamente se siembra o se planifica sembrar las tierras de primera, dejando de lado miles de hectáreas productivas, pero de menor rendimiento. «Hoy se necesita el doble de cantidad de toneladas de trigo para comprar el mismo insumo que el año pasado», explica Ernesto Ambrosetti, jefe del Instituto de Estudios Económicos y de Negociaciones Internacionales (Ieeni), de la Sociedad Rural Argentina (SRA).
Según Grobocopatel, hay que entender que existe la oportunidad de producir y exportar 50% más de lo que se hace sin tener ningún impacto sobre «la mesa de los argentinos», dice, en referencia a las trabas a la exportación.
Los topes para exportar pisan y distorsionan los precios del maíz y del trigo, y llevan a que no se pueda vender el grano durante meses, lo que inmoviliza el capital y lleva a la venta a precios que no son competitivos. Los Registros de Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior de productos agrícolas, conocidos como ROE y nacidos de la resolución 543/2008, establecen los requisitos a los que deberán sujetarse los exportadores de granos o sus derivados. Ordena cupos a la exportación para lograr el abastecimiento interno de trigo y maíz. «Se trata de una suerte de resolución 125 [aquella por la cual el campo se rebeló en 2008 y que habilitaba elevar aún más las retenciones a la soja, que ahora se llevan el 35% del bruto], que es silenciosa, pero igual de dañina», dice Rey Kelly. A través de esta barrera «hay sectores que se benefician porque compran más barato».
«Con el régimen de licencias automáticas establecido por la ley 21456 vigente hasta 2008, nunca faltó trigo en el mercado local», se explica en el informe La Agenda del Campo, de la Sociedad Rural Argentina (SRA). «En el caso del maíz, el intervencionismo se basa en cerrar los registros para asegurar el abastecimiento y precio más bajo que en condiciones del mercado para el desarrollo de actividades intensivas como la avicultura, engorde a corral, etc. Este es un grave error, no se puede fomentar el desarrollo de un eslabón de la cadena productiva en desmedro de otros», agrega el documento.
Ernesto Ambrosetti dice que es la primera vez que los cuatro principales cultivos de la Argentina, que la han posicionado como el país que produce más granos por habitante en el mundo (2,4 toneladas por persona), brindan resultados negativos. Según el economista, transportar una tonelada de grano desde alguna localidad alejada en el país hasta el puerto de Rosario es mucho más caro que transportar una tonelada de Rosario al puerto de Rotterdam, en Holanda. «El costo del flete subió tres veces lo que subió el grano en los últimos tres años -explica-. Es uno de los responsables de la falta de rentabilidad del sector. El aumento del precio del combustible tiene una incidencia enorme en el precio del flete. En las últimas dos campañas el transporte aumentó ciento por ciento.»
«El riesgo es demasiado grande para márgenes muy chicos», sostiene Rey Kelly. ¿En qué consiste el riesgo? Por un lado, la volatilidad de los mercados y el tipo de cambio desdoblado (el productor vende a un dólar de 6 pesos y el costo de sus insumos es a tipo de cambio paralelo, que marca la expectativa de devaluación futura). Pero además, el granizo, enterrar parte del capital en forma de semilla, a cielo abierto, y depender de la lluvia, que si es mucha puede causar inundaciones que llevan a pérdidas totales y si es poca, a las terribles sequías que fulminan los rindes. «Los riesgos climáticos se han ido exacerbando», dice el economista de CRA. «De las últimas seis campañas hubo tres pobres en términos de clima.» El Estado es socio en la ganancia, pero nunca en la pérdida.
«Este año, la situación de la agricultura es muy difícil. No hay posibilidad de alquilar nada a precio fijo. Y por el momento no estamos haciendo nada en la zona. Lo dejo libre para que busque a otra persona para trabajar su campo», fue un mail que recibió un pequeño productor agropecuario hace unos días. Su arrendador lo dejaba después de varios años de haber trabajado su tierra. Y este año, con el aumento de impuestos, no sabe si va a poder seguir o va a tener que desprenderse de su campo para no endeudarse.
«Los pequeños productores van desapareciendo del circuito productivo -dice Ambrosetti-. Durante la gestión de este gobierno ya han vendido más de 60.000 productores.»
Increíblemente, la última campaña de soja tuvo rindes muy buenos porque el clima acompañó casi a la perfección una gran cantidad de hectáreas, pero «hay una enorme desazón porque a pesar de haber tenido una muy buena cosecha, los números no cerraron», explica el asesor agropecuario Sebastián Bullrich, de Bullrich Campos. Como consecuencia, y de seguir en estas condiciones de anuncios casi inexistentes, la siembra será cada vez menor.
«Se van a hacer las cuentas muy finitas. El que tiene la semilla va aplicar muy baja tecnología», afirma Ambrosetti. En este sentido es que se trata de una campaña parecida a la de décadas atrás, cuando la Argentina no era puntera en la tecnología agropecuaria que la impulsó a llegar cerca de su máximo potencial.
Caen los cuatro fantásticos
Desde que se impusieron cupos a la exportación, la Argentina bajó del puesto número cuatro como exportadora mundial de trigo al puesto nueve que tiene en la actualidad, según CRA. «El trigo es el que tiene los números más ajustados», dice Mariano Tomatis, socio de PwC y líder de la práctica de Agribusiness. «Si se mira la serie histórica, durante los últimos 10 años hay un cambio relativo en el uso de la tierra, donde la soja pasó de 14 a 20 millones de hectáreas sembradas, y el trigo pasó de 6,2 millones a 4,4, y sigue en descenso. La siembra de trigo disminuyó un 15% con respecto al año pasado y un 40% en comparación a lo que se sembraba hace una década.»
«Antes de la intervención del mercado -dice Rey Kelly-, y según la información oficial, los productores que sembraban trigo eran cerca de 50.000. Las últimas cifras disponibles, que son de 2011 del Ministerio de Economía, indicaban que había cerca de 29.000. Esto significa que más del 40% de los productores dejaron de hacer trigo.»
«Para abastecer el mercado interno se necesitan 5,5 millones de toneladas de trigo. En 2014 se cosecharon 12,5 millones de toneladas que no se pueden exportar -agrega Ambrosetti-. Esto hace que los molineros paguen mucho menos a los productores y disminuya la siembra.»
Entre las consecuencias, la pérdida de mercados vitales para el país. «La Argentina tuvo durante años el mejor cliente posible: su vecino», dice Juan Pedro Merbilhaa, asesor jurídico de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap). «Brasil no puede hacer trigo por razones climáticas, por lo que era un cliente seguro y muy cercano. Al cerrar los mercados, por supuesto que buscó otros proveedores como Estados Unidos y Canadá. No será nada fácil recuperar a Brasil. Pero lo más grave es que hoy este país, que producía un trigo de excelencia a nivel mundial, no solo dejó de sembrarlo, sino que también cayó la calidad de lo que se produce», finaliza Merbilhaa.
En cuanto a la soja, es una gran generadora de divisas ya que de los 61 millones de toneladas que se producen se exportan alrededor de 58 millones. «Estamos en una economía sojadependiente», dice Tomatis. «El 5% del PBI de la Argentina viene de la soja. Es la gran ganadora de la década ya que aumentó un 43% la superficie sembrada con este cultivo. Sin embargo, después de la cosecha de la campaña 2014/15, hubo una caída de la siembra en un 15% con respecto a 2013.
Mientras que en 2000 se cotizaba a 180 dólares la tonelada, tuvo un pico de 610 dólares en 2008 y hoy está en alrededor de 360 dólares la tonelada (en Chicago), que «es un precio de equilibrio que se puede sostener en el mediano plazo», dice el socio de PwC. La oferta mundial de soja es la más alta de todos los tiempos. «El problema no es el precio internacional, sino que no se puede tener tres o cuatro años seguidos un aumento de costos de entre 30 y 40%, mientras que la tasa de variación de la moneda extranjera ha crecido significativamente menos como parte del atraso cambiario.»
Además, las retenciones a la soja del 35% se impusieron en un momento en que tenía un precio extraordinario (2007). Aquel valor no se sostuvo. «El Estado se lleva el 35% del precio de venta, más los impuestos -dice Tomatis-. La incidencia tributaria en la producción se puso entonces en un momento de superutilidades que hoy no existen.» El maíz está en la misma situación, con una reducción de hectáreas sembradas especialmente en la zona núcleo. Y según el último informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires con respecto al girasol, «la primera proyección temprana de siembra para el ciclo 2015/16 es de 1,45 millones de hectáreas, superficie que de concretarse se ubicaría 11,3% por debajo al promedio de área implantada durante las cinco campañas previas».
El ahogo fiscal
«Estamos ante la presión fiscal más alta de la historia. Actualmente cerca del 90% de los resultados de la empresa agropecuaria se destinan al pago de impuestos», agrega Ambrosetti.
Santiago Sáenz Valiente, autor de Los impuestos del campo en criollo, explica que en la provincia de Buenos Aires, en 2013 la valuación fiscal agropecuaria aumentó entre 10 y 14 veces, con el consiguiente aumento del inmobiliario rural. «Hay que agregar, entre otros, el impuesto a los sellos, que tiene un incremento de 20% para las transacciones en dólares respecto de las que son en pesos; el de ingresos brutos, que se incrementó al doble para granos y hacienda en campos arrendados; la tasa de seguridad e higiene para feedlots y criadores de pollo, y los problemas para que los productores reciban la devolución del IVA, que lleva a contratar a contadores o abogados, entre otros muchos impuestos que ahogan al productor.»
Hasta ahora, según los especialistas, nada en el horizonte lleva a pensar que mejorará la situación. «Cuando no hay incentivos, no hay producción, se restringe la oferta y los precios suben, que es lo que pasa ahora -dice Tomatis-. Hay que pensar la estructura tributaria alrededor del agro. Si se bajan los impuestos, aumenta la producción.»
TRIGO
- Con un rinde de 40 quintales por hectárea y un precio FOB de US$ 220 por tonelada, queda al productor un ingreso bruto de US$ 600 por hectárea antes de gastos y restándole las retenciones, que son un impuesto a la producción
- Los gastos comerciales (incluyen comisiones y flete) llegan a US$ 130 por ha; de siembra y cosecha US$ 350 por ha; administrativos US$ 80 por ha. Quedarían US$ 40 por ha para el productor. Falta pagar impuestos
- El inmobiliario y la tasa vial varía según el valor de la zona. Para trigo (contemplando otros cultivos en dicha superficie) es de un promedio de US$ 40 por ha
- Falta el impuesto a la ganancia mínima presunta de US$ 10 por ha, ingresos brutos de US$ 6 y los costos financieros que afectan la rentabilidad por el IVA que el fisco no devuelve en término, que se calcularía en US$ 40 por ha
La pérdida que genera dedicarse al trigo esde US$ 56 por hectárea sembrada
GIRASOL
- Con un rinde de 20 quintales por ha y un precio FOB de US$ 380 por tonelada, le queda al productor un ingreso bruto de US$ 460 por ha antes de gastos y restándole las retenciones, un impuesto a la producción
- Los gastos comerciales llegan a US$ 80 por ha, los de siembra y cosecha otros US$ 320 por ha, y los administrativos US$ 80 por hectárea. Quedarían US$ 20 por ha de pérdida. Falta pagar los impuestos
- El inmobiliario, junto a la tasa vial que varía según el valor de las zonas para girasol, sería de un promedio de US$ 40 por ha
- Falta el impuesto a la ganancia mínima presunta de US$ 10 por ha, ingresos brutos de US$ 5 y los costos financieros que afectan la rentabilidad por el IVA que el fisco no devuelve en término, unos US$ 25 por ha
La pérdida que genera dedicarse al girasol es de US$ 100 por hectárea sembrada
SOJA
- Con un rinde de 34 quintales por ha y un precio FOB de US$ 380 por tonelada, le queda al productor un ingreso bruto de US$ 748 por ha antes de gastos y restándole las retenciones, un impuesto a la producción
- Los gastos comerciales llegan a US$ 200 por hectárea y los gastos de siembra y cosecha otros US$ 300 por ha, los administrativos US$ 80 por hectárea. Quedarían a esta altura US$ 168 por ha a favor. Aún faltan los impuestos
- El impuesto inmobiliario junto a la tasa vial varía según el valor de las zonas. Para soja sería de un promedio de US$ 60 por ha
- Falta el impuesto a la ganancia mínima presunta de US$ 20 por ha, ingresos brutos de US$ 7 y los costos financieros que afectan la rentabilidad por el IVA que el fisco no devuelve, US$ 20 por hectárea
La ganancia es de US$ 61 por ha sólo en los mejores campos cerca de los puertos, en el resto es 0
MAÍZ
- Con rinde estimado de 85 quintales por hectárea y un precio FOB de US$ 170 por tonelada, le queda un ingreso bruto de US$ 935 por ha antes de las retenciones
- De gastos comerciales debe utilizar US$ 380 por ha, los de siembra y cosecha otros US$ 440 por ha, y los administrativos, US$ 80 por ha. Quedarían US$ 35 de perdida por ha. Faltan pagar los impuestos salvo las retenciones
- El impuesto inmobiliario junto a la tasa vial para el maíz también sería de un promedio de US$ 60 por hectárea
- Habrá que abonar impuesto a la ganancia mínima presunta de US$ 20 por ha, ingresos brutos US$ 9 y los costos financieros que afectan la rentabilidad por el IVA que el fisco no devuelve en término, que se calcularía en US$ 60 por hectárea
La pérdida neta por hectárea por sembrar maíz será de US$ 114 por hectárea sembrada